domingo, 26 de junio de 2016

El tiempo de las piernas desnudas...



Ha llegado el tiempo de la luz a destajo, de las faldas arremolinadas en torno a nuestras piernas desnudas, de las jornadas que parecen querer regalarnos horas y de los espacios abiertos llamándonos a gritos desde el otro lado del cristal…

Nunca he sabido resistirme a eso, la verdad, y nunca he conseguido que el ordenador gane la batalla. Debo reconocer que soy de extremos: cuando me dedico a algo lo hago a conciencia, no tengo términos medios, y ahora siento que ya no es tiempo para mis asuntos del cibermundo. Cada año es igual, nada nuevo. Demasiada energía y demasiadas ganas de hacer cosas como para estar sentada por mucho rato en una silla.

Lo cierto es que ya hace días que estoy ausente, incluso antes de haber escrito esta despedida, y es que he tenido un montón de asuntos que resolver, todos juntos, que me han dejado sin tiempo, sin ganas y sorda a los susurros de las musas. Es la otra vida, la de verdad, que también tiene sus “historias”…

Así pues me tomo un descanso hasta septiembre. Quedan pendientes de publicar algunas entradas de refranes que me habéis mandado y que os agradezco en el alma. Están a buen recaudo hasta mi regreso, no hay cuidado. También me gustaría terminar en este tiempo, si soy capaz, la historia de Malena, y no tengo ni idea de si queda mucho o queda poco para alcanzar el final. Ha sido una de esas historias que se escriben solas y en las que yo, la supuesta autora, solo he sido un mero instrumento. También tengo empezados algunos relatos que no encontraron su camino cuando los comencé y que tal vez ahora, sin plazos ni horarios, quieran discurrir hacia su conclusión.

Proyectos, ilusiones, y tiempo para dejar que todo transcurra sin más en un escenario diferente. Se me antoja un plan tan apetecible que la impaciencia me cosquillea en el estómago, como el insomnio las sienes la noche antes de un viaje importante.

No tengo dudas de que volveré, y tampoco de que no me voy a poder resistir a leeros alguna vez, aunque sea “de incógnito”. Que no os extrañe si, al entrar en vuestra casa, tenéis la sensación de que alguien estuvo allí revolviendo entre vuestras letras; o si creéis percibir jirones de un leve perfume a cítricos en el aire, imposible de explicar. Seguramente soy yo, que anduve de visita, paseando entre vuestros textos. 

Por lo demás sigo donde siempre para cualquiera que me necesite o que sencillamente quiera contactar; no es adiós, es hasta luego.

Os deseo el mejor de los veranos posibles y que las musas os acompañen. ¡Hasta pronto, queriditos míos! 





Apenas me he ido y ya os estoy echando de menos…

Julia C.

miércoles, 15 de junio de 2016

Aprendiendo Amor



Este relato ha sido escrito para la Comunidad “Relatos Compulsivos”, obteniendo el segundo puesto en la clasificación para el reto de esa semana. Al final del texto figura el escaparate obtenido como premio.



Aprendiendo Amor

Se conocieron por pura casualidad, como suelen suceder siempre las cosas importantes de la vida. Ella era estudiante de segundo de besos y él, notablemente mayor, cursaba un master en caricias. No importaron ni la diferencia de edad ni la de destrezas, porque saltaba a la vista de quien quisiera observarlos que estaban hechos el uno para el otro. A pesar de todo no hubo flechazos en pleno corazón ni urgencias del cuerpo; la luz se fue filtrando con amable candidez por los recovecos de su complicidad, hasta hacerla incandescente, y entonces, solo entonces, florecieron semanas y meses de amor burbujeante y plenitud del alma.

Más tarde, con el inclemente discurrir del tiempo y acechando sibilina la rutina, quedó claro que no eran iguales en todo. Sus rumbos comenzaron a divergir igual que, hojas del calendario atrás, se habían atraído con magnético encanto. Mientras que ella conservaba la ilusión intacta y ponía cuerpo y mente al servicio del aprendizaje amoroso, él, que ya se consideraba maestro, perdió el interés por la práctica del arte que los había constituido en pareja. Vinieron la autocomplacencia de uno y la frustración de la otra, y no hubo palabras capaces de obviar el desidioso abismo que los engullía sin remedio.

Hoy celebran un triste aniversario en el que no quedan ni latidos presurosos, ni rubores compartidos, ni festines de la piel. Hoy todas las diferencias se hicieron mayores de edad y gritan a pleno pulmón que es inevitable la separación, que no se puede corregir la trayectoria de un destino feliz que solo era estrella fugaz.

Julia C. 



lunes, 13 de junio de 2016

Cien palabras y una historia (VI)



Microrrelatos de cien palabras máximo que deben comenzar forzosamente con la frase señalada en azul.

Solucionando Problemas



“Es como sale mejor, removiendo apenas, muy despacio y siempre en la misma dirección. Concéntrate, pon toda tu intención y no dejes de repetir tu deseo como si fuera una oración cosida a tus labios”.

Todo el mundo sabe que las brujas no existen, pero a veces hay en la tradición familiar fórmulas muy interesantes para librarse de los problemas.

“Muy bien, mi niña, y no olvides esconder bien la receta. Nunca se sabe cuándo puedes volver a necesitar que un hombre desaparezca de tu vida”.

Julia C.


Vocación equivocada
 


El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas, igual que la vigilia espantaba sus pesadillas. Dormir o no dormir, esa era la cuestión para ella desde hacía tiempo.

La terapia no estaba funcionando tan bien como esperaban ni la química resultaba efectiva; quién iba a decirle a ella que la mala conciencia era un catalizador tan potente. Ahora lamentaba haber desoído los consejos maternos; ya la había advertido de que no tenía madera de asesina a sueldo.

Estaba decidido, en cuanto se recuperara haría algunos cursos de reciclaje, retocaría su currículum y probaría suerte en la hostelería. Decían que la contratación en el sector estaba repuntando.

Julia C. 



Amor a contracorriente
 



Desde el otro lado del planeta pensaba en la manera de alcanzarla, de anular la distancia que los hería más que sus propios enemigos. La mala suerte había querido que cayesen en bandos diferentes de la contienda y, en aquel desolado panorama que no ofrecía esperanza alguna, humanos contra humanos regaban de sangre los campos que debieron servir únicamente para albergar vida.

Solo se le ocurría una solución: si llegaban a estar frente a frente en la batalla, en lugar de tratar de protegerla y dirigir sus balas al vacío, la mataría y se dejaría matar.

Si no era en vida, sería en la muerte.

Julia C.

Código 1606138135127
Fecha 13-jun-2016 11:40 UTC
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jueves, 9 de junio de 2016

Los refranes de mi vida: María PAZ "Fer"



Aquí llego, portando una nueva entrega de refranes bajo el brazo, y también una sonrisa de satisfacción enorme que no puedo ocultar. ¿El motivo? Que hoy, por primera vez, vamos a conocer algunos dichos y refranes del otro lado del charco.

Si enriquecer nuestro bagaje en estos pequeños tesoros de la tradición oral era una de mis mayores ilusiones al empezar la sección, que alcancemos tan lejos como a otro continente, me pone a dar palmas de alegría. Y todo se lo debemos a la generosidad sin medida de una mujer que cautiva con su sensibilidad, sus emociones a flor de letra y una afable sinceridad destilada, gota a gota, por cada uno de sus poros de bloguera. Quizás algunos ya lo habréis adivinado, se trata de María PAZ “Fer”. 

Tengo el gusto de leerla hace tiempo y puedo decir, sin miedo a equivocarme, que no se la puede etiquetar ni encasillar. Ella administra un magnífico blog llamado a “A boca de jarro” y en él coexisten, en completa armonía, muchos formatos. Si la visitas, cosa que debes hacer sin tardanza, podrás encontrar poemas de gran belleza, mordaces críticas de actualidad, sentidos relatos de ficcción, textos inspirados en vivencias y recuerdos familiares, reflexiones y hasta alguna canción. Ella es así, rica en matices, y de todos es capaz de extraer un regalo que hacernos. Además destacaría su gran elegancia a la hora de escribir. Creo que sus textos son como bailarinas de ballet, esbeltas de espíritu y gráciles a la hora de cautivarnos.

Para pena mía no la conozco más que por sus textos, pero me basta y me sobra para intuir en ella, con sobradas  garantías, a una mujer tierna, amable, guerrera, compasiva, irónica, empática, agradecida, risueña y por supuesto muy inteligente. Realmente es un lujo tenerla cerca en este camino que iniciamos todos los que decidimos abrir un blog, en algún momento, y lanzarnos a la tarea de darle vida.

Por tu colaboración en esta sección, de la que te sé entusiasta seguidora, pero sobre todo por ser una compañera inmejorable, ¡muchas gracias, Fer!  

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A Julia le hacía ilusión una aportación que viniera del otro lado del charco, así es que espero no defraudar a la dueña de casa ni a sus lectores. Lo cierto es que en la Argentina somos más de dichos que de refranes. En verdad, usamos muchos dichos como parte de nuestra lengua cotidiana sin siquiera ser conscientes de que lo son. Podría decirse que los dichos son expresiones populares gráficas y concisas que forman parte del bagaje cultural de un pueblo, mientras que los refranes son frases tradicionales, normalmente transmitidas de generación en generación, que albergan alguna enseñanza o moraleja. Por ejemplo, como dichos, los argentinos, que nos creemos todos Gardel, solemos decir que no hay que buscarle la quinta pata al gato, o el pelo al huevo, es decir, no hay que complicarse innecesariamente, sino que todo debe ser al pan, pan y al vino, vino, simple y sin vueltas, o que cuentas claras conservan la amistad y que hablando se entiende la gente, aunque nuestras cuentas, dicho sea de paso, hace décadas que quedan poco claras, y hablar, hablamos hasta por los codos, a pesar de que mucho no nos entendemos ni nos entiende nadie.

Debido a la mezcla de culturas de la cual somos emergentes, nuestros dichos cuentan con la picardía y el recelo del inmigrante europeo, el aplomo del hombre de campo, el gaucho argentino, el dramatismo de los malevos tangueros y la cuota de sarcasmo orillero de una idiosincrasia que aún hoy sostiene frente al mundo que no hay nada que supere a la viveza criolla. Así es como nos hemos hecho la fama de ventajeros, piolas y bananas, es decir, seres con cierta inteligencia para envolver a nuestros congéneres en manganetas y tramoyas que siempre nos dejan bien parados aunque no sean del todo limpias.

Yo viví muchos años en casa de mi abuela materna y asturiana, y de ella mamé algunos giros que inevitablemente reflejan ese crisol de culturas del cual formo parte. Mi abuela solía usar frases como "Mala fariña”, cuando algo le daba mala espina o motivos para desconfiar, cosa que en mi país es muy frecuente. También solía advertirnos en su lengua cuando percibía que "Tá el capaor sobre la gocha", es decir, cuando creía que actuábamos con mala premura, como buenos argentinos. Del tango que tanto escuchaba, mi abuela me transmitió la creencia de que en este país mío "el que no llora no mama y el que no afana es un gil", y del campo aprendió que "al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen", frase cuyo polémico determinismo proviene de nuestra obra gauchesca por excelencia: el Martín Fierro de José Hernández.

Podría extenderme aún más, pero no quisiera "errar al vizcachazo" justo aquí, en lo de Julia, que ha tenido la amabilidad de invitarme, en otras palabras, no deseo fallarle a la intención de esta columna. Por lo tanto, concluiré más rápido que un bombero con los refranes que aprendí ya de más grande, aquellos que me han servido como guía en la vida, y esos que resultan tan trasparentes que no necesitan explicación y que pueden decirse, tal como a mí me gusta "a boca de jarro":
 
"Al mal tiempo, buena cara."

"Siempre que llovió, paró."

"Donde comen dos, comen tres."

"Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él."

"El que nace para pito nunca llega a ser corneta."


¡¡¡Besos y gracias!!!

Fer

Código 1606098111452
Fecha 09-jun-2016 17:06 UTC
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