lunes, 23 de mayo de 2016

Los refranes de mi vida: Chelo



Ya estoy aquí de nuevo con una entrega más de la sección “Los refranes de mi vida”. En esta ocasión me visita como desinteresada colaboradora Chelo, una bloguera de las que no hacen mucho ruido dada su natural modestia y discreción, pero que es todo un volcán de expresividad y entusiasmo apenas la conoces un poco.

Ella administra una estupenda bitácora que a mí siempre me ha recordado al salón de mi casa por lo que me hace sentir. El suyo, llamado "El blog de Chelo", es un lugar virtual cálido, colorido, entrañable, donde todo el mundo es bien recibido y donde ella sabe ser la anfitriona perfecta, regalando sonrisas, buen rollo y deliciosos textos a todo el que se acerca.

Si tuviera que explicar sobre qué escribe no lo dudaría, creo que escribe sobre todo lo que le gusta, le impresiona o le sucede. Nada de etiquetas, jamás sabrás qué vas a encontrar cuando te diriges a su casa para pasar un ratito con ella. Anécdotas, reflexiones, ocurrencias, reseñas de cine, viajes, poemas… todo lo que cabe en un corazón que se emociona fácilmente, cabe también en su blog.

Además debo añadir algo que descubrí poco después de frecuentarla, y es que tiene un don: ella sabe contagiar sentimientos usando solo las palabras. Se lo he dicho muchas veces, me maravilla su forma de desprender energía y positividad. No os exagero, es un lujo de bloguera y de compañera que no podéis dejar de descubrir.

Y sí, ya me callo para dejarla hablar a ella. Solo me queda decirle ¡muchas gracias, Chelo!

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En mi casa nunca han sido muy refraneros. Si acaso, el que más refranes usa, es mi padre, y no porque el hombre sepa muchos, sino porque los dos o tres que usa los repite infinidad de veces.


El que tenemos grabado a fuego, tanto mis hermanos como yo, es:

"El que se levanta tarde, ni oye misa ni come carne"

Cuando éramos jóvenes y aún vivíamos todos en casa, solíamos salir los sábados por la noche; pero ya podíamos acostarnos tarde que en domingo siempre nos levantábamos a la hora de comer (aunque no comiéramos).
Con una mano sujetábamos el cubierto y con la otra, teniendo el codo apoyado en la mesa, sujetábamos nuestra cabeza con una terrible desgana, mientras nuestro padre solía repetir ese refrán no una ni dos veces... ¡hay que ver qué poca compasión nos tenía!

La verdad es que él, mi padre, siempre ha sido hombre de pocos 'dimes y diretes', y nada dado a airear asuntos familiares.

Por eso cuando alguien llega a casa diciendo "me he enterado que Fulanito...", siempre dice en valenciano y con el mismo tono:

"Cada u en sa casa, sap on se penja el cresol"=
"Cada uno en su casa, sabe dónde se cuelga el candil"

queriendo decir con ello que cada casa es un mundo y las interioridades de cada casa, sólo las saben (o, más bien, deberían saberlas) los que en ella viven.

Pero si hay algún refrán que yo sigo a rajatabla es el único que le escuché decir a mi abuelo mientras vivió, y es éste:

"Hasta el 40 de mayo, no te quites el sayo",

Ya puede caer un sol de mil demonios o bañarse la gente en la playa que a mí, a fecha de hoy, me queda más de un mes para ir en mangas de camisa, que no para meterme "en camisa de once varas". 
   


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