lunes, 30 de noviembre de 2015

Mitología casera



Me miró con sus increíbles ojos pardos orlados de pestañas larguísimas, casi tanto como larga era su inocencia. Los tenía abiertos de par en par.

Eso no existe.
Ya lo creo que sí, y más vale que no lo digas muy alto.
¡Pero si es que no existe!
Como tú quieras.

Y seguí enjabonando platos en ese fregadero antiguo que me queda bajo y que me hace polvo la espalda. Ya no le prestaba atención en apariencia, pero le miraba de reojo. Sé que sentía una curiosidad loca y eso me divertía.

¿Por qué no debo decir que no existen?
¿El qué, cariño?
Pues de lo que hablábamos, ¡¡los pollos de agua!!
Ah, bueno, ellos son capaces de oír a muchos kilómetros de distancia y tienen mal genio, pero es que además es posible que haya alguno muy cerca, en la nevera. Creo que la abuela quería daros una sorpresa el domingo para comer.

Sé que su cerebro funcionaba a toda pastilla para encajar la noticia. Después de todo, igual podía ver un pollo de agua con sus propios ojos. Curiosidad y miedo a partes iguales, que para algo era un niño.

¿Y se comen?
Si te gustan, claro. Aunque como nunca mueren del todo, es difícil que se queden quietos en el plato. Ensucian de salsa todo el mantel, pero es divertido. De vez en cuando merece la pena y si la abuela se molesta en serviros uno, más vale que le deis las gracias debidamente.
Eso es imposible...

Bajó la cabeza para mirarse los zapatos y creo que buscaba alguna referencia previa donde esa información pudiera tener algún sentido. Yo le dejaba pensar, porque de eso se trataba al fin y al cabo.

Entonces si abro la nevera y hay uno...
Claro, podría saltarte encima. De todos modos creo que con el frío se adormecen. ¿Abrimos?
No, no. Ahora no.
Vale, como quieras.
¿Y cómo son?
Ya te lo dije, mitad caballito de mar, mitad pollo. Qué parte es la que va arriba y cuál abajo, no lo recuerdo. ¿Tú qué crees?
Por abajo la parte de caballito de mar, ¿no?
Puede ser. 
Y los pollos ésos ¿nadan o andan?
Las dos cosas, y también vuelan. Por eso son tan interesantes las carreras de pollos de agua.
¿Qué carreras?
¿Es que no ves las noticias...? 

Y negué con la cabeza como si fuera una falta terrible no ver los informativos a su edad. El jugaba nerviosamente con el botón metálico de su chaqueta vaquera y si no salía humo de su cabecita es sencillamente porque esas cosas no pasan.

Discurrió por fin su nueva pregunta y la hizo con adorable candidez.

Y gana el que llega antes, ¿no?
Bueno, es que esas carreras se hacen en el mar y como es tan grande y ellos tan desordenados, casi nunca llega ninguno a la meta. Algunos se pierden y otros echan a volar a medio camino. Así no hay forma de saber quién gana.
¡Te lo estás inventando!, me espetó al borde del enfado.
Vaya, para ser tan pequeño crees que lo sabes todo.
No, pero....

Había terminado de fregar y me secaba las manos mirándomelas con atención, como si estuviera concentrada en algo importante, solo para alargar el silencio. Después me puse en jarras y le miré directamente a él.

Bueno, si no me crees podemos abrir la nevera y mirar, pero yo paso de ponerme delante que ya sabes que me dan miedo los animales.
No, no hace falta, te creo, pero no puedo verlo ahora. ¡Es que tengo q irme!

Y giró sobre sus talones más bien corriendo que andando, pasillo adelante.

Hubo muchas más conversaciones acerca de estos animales y a todos mis sobrinos les conté, a la debida edad, cuentos acerca de ellos, improvisando siempre nuevas e increíbles características. Los demás, ya más mayores, me seguían el juego con complicidad. Un día incluso nos sentamos todos a dibujar nuestra versión de cómo sería un auténtico pollo de agua que se preciara de existir.

Qué pena que la niñez y la capacidad de creer que existen éstas y muchas otras cosas que inventé para ellos, se acaben...

Julia C.

Código 1511305897428
Fecha 30-nov-2015 20:36 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0

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