jueves, 8 de enero de 2015

Deja...




Deja


Deja que apague la luz. Y deja que te desvista despacio, sin más pretensión que verte con mis manos. Que el susurro de la ropa en lánguido desmayo, aunque sólo por esta noche sea, nos cante.

Deja que afloje el lazo de tu corbata, que desabotone tu camisa y que entre caricias, haga mía tu respiración entrecortada. Que la negrura que nos ampara sea testigo de tu sonrisa tímida y la mía descarada.

Deja que apoye mi mejilla sobre la tuya, que me impregne de la tibieza sutil que irradias. Ando mendigando con desespero lo que tú derrochas inconsciente, el latir de un corazón de estreno.

Deja que tome la temperatura de tus labios con los míos, que el rojo que los tiñe me contagie. Y no suspires, no voy a besarte: sería trivializar lo sublime del instante que en tu boca quiere posarse.  

Deja que me arrodille a orillas de tus muslos y que disfrute la fragancia de mil especias que no existen. Quizás así la sombra del deseo que nos embarga haga caer al fin tu quietud sosegada.

Deja que tu cuerpo me cure del tiempo y mil desengaños, esos que padecí en aquellos otros cuerpos vacíos, sin magia. Es este amor que siento mi condena: solo esta noche me concedes para atisbar tu alma.

Julia C.


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