Bésame o no me beses, pero no me manches.
Pídeme permiso o hazlo por sorpresa, pero que no queden rastros.
Tal era su fobia por el carmín que ni
disfrutar los rojos besos podía.
Tal era mi fetichismo por el citado
cosmético que como no pude renunciar a él, tuve que renunciar al hombre.
(A Pedro, que
con su inagotable sentido del humor, sin pretenderlo, me dio la idea para esta
historia)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes algo que decir no te lo calles. Este es un sitio para compartir :)